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Hemos querido construir un cristianismo en el que no hay ciertamente ningún ingrediente anticristiano, pero nos hemos olvidado de la Piedra angular que sostiene la bóveda. Hemos dado categoría de principales a elementos de segundo o tercer orden, y en la práctica hemos dejado el amor del Mandamiento nuevo totalmente al lado. Cierto que nadie lo niega, pero casi nadie lo introduce como pieza fundamental de su cristianismo. (Rovirosa, OC, T.III. 88)